El miércoles 24 de febrero hemos participado en un taller sobre “Herramientas avanzadas para potenciar las sesiones de Coaching”, impartido por Robert Dilts en el IDDI de la UFV.
Más de 50 coaches ávidos por aprender del “maestro Dilts”, el gran hacedor de la PNL.
Su presencia, casi “vampiresca”, negro, pálido, huesudo, con ojos de intensidad abismal, brillantes y oscuros, reforzaba la profundidad de su discurso casi de forma hipnótica. Un discurso que emanaba confianza, paz interior, fruto seguramente del convencimiento absoluto de Dilts en las ideas que transmite.
Dilts presenta el ego como la forma, el acto, la dimensión del propio beneficio, de la ambición y el control, la dimensión propia de un jefe burocrático. La dimensión de las “W questions”, where, what, how, why, who, for whom. Una dimensión esencial para la acción, pero que sólo es el final del trayecto, el resultado, y no el origen.
En la faceta del soul : la potencia, el servicio, las consciencia, la materia de la que está hecha la acción, la madera del líder. Una dimensión donde la capacidad de identificar las oportunidades, ser proactivo, de desarrollar las capacidades, de encontrar los valores que nos identifican, y la misión que queremos desarrollar, es la clave del desarrollo personal.
Su modelo de niveles de aprendizaje y cambio transcurre por una pirámide con las dos facetas que resulta deslumbrante por su sencillez y profundidad. Sin la faceta del soul no se sostiene la del ego.
Es un modelo coherente con la realidad que experimentamos en nuestros procesos de Coaching: el hacer sigue al ser. No se trata de aprender determinadas conductas para ser un líder o un auto – líder, por ejemplo. Se trata de vivir, de sentirse líder, asumir como propias la misión y visión que implica el liderazgo. A veces, se interpreta un proceso de Coaching como un proceso de acción. Un proceso orientado sólo al logro de mejoras en el rendimiento o un comportamiento específico. Quizás sirva.
Nosotros no podemos apostar por procesos de acción.
Primero hay que ser. Y ser desde el convencimiento, desde la paz interior que reporta el saber que lo que haces tiene un sentido y reporta un beneficio para ti mismo y para los demás; desde la certidumbre de que lo que haces forma parte de tu propia integridad, de ti mismo; desde la capacidad personal de creer en que puedes encontrar los recursos que necesitas para conseguir lo que te propones.
Un Coaching que acompaña más allá de la mera acción, que acompaña en la indagación del ser que uno está siendo y apoya la disposición a ser quien uno quiere ser.
Robert Dilts llama a esto Coaching, con "C" mayúscula.
Lo que ocurre en la mayoría de los casos es precisamente que el Coachee no tiene consciencia de su propia identidad. No es consciente, aunque intuye o sospecha que, en el fondo de su indecisión, de su malestar o de su sufrimiento hay algo que le impide actuar, fluir y disfrutar de su vida.
A lo largo del proceso de Coaching, les facilitamos que identifiquen dónde están sus bloqueos, “la voz del demonio”. Sus respuestas cuando lo descubren son intensas: “ése no es el que quiero ser”, “No”, “Joder”, manotazo en la mesa, estupefacción, sorpresa. Una experiencia repetida es ver el impacto que tiene en ellos descubrir desde qué emoción están viviendo: miedo, ira, tristeza, asco, … Y ésa es una emoción en la que no quieren estar.
Dilts habla de identidad. ¿Quién eres?, ¿qué te hace diferente?,¿ cómo vives?… son preguntas que impactan, aunque podríamos decir que sobrecogen. Los Coachees nos dicen “yo eso no me lo he preguntado nunca”. “Lo más que me he preguntado es qué voy a hacer en la vida, pero no quién voy a ser”.
Ni siquiera nos hemos preguntado quién queremos ser. Para Dilts el sentido de la identidad es más profundo que los valores y las creencias, porque se centra en la percepción que la persona tiene de sí mismo, su papel en esta vida y su misión.
En nuestra experiencia, comprobamos que la identidad es un proyecto pendiente en las personas que llegan al Coaching.
Además, hay una barrera, “demonio” o impedimento, de grandes dimensiones para el desarrollo de la persona y es precisamente el valor que le damos a esa identidad, la autoestima.
Así que no tenemos claro cuál es nuestra identidad, lo que yo busco ser, cómo quiero vivir y cómo quiero mostrarme en la vida, ¡no me pregunto qué quiero que digan en mi funeral! Eso ya es un buen punto de inicio para la reflexión y el autoconocimiento. En el camino nos encontramos, además, ¡y siempre!, con una valoración de nosotros mismos que no es la que queremos, que no es la que nos resulta útil. Una auto -estima que no nos permite alcanzar esa identidad.
Y hay que escuchar a esas voces internas, a los “demonios personales” que te dicen “no puedes”, “no eres capaz”, “no te lo mereces” Escucharlas y darnos cuenta de en qué emoción nos están situando, ¿en una capacitadora? ¿O en una que nos incapacita para conseguir nuestros propósitos?
Identificarlas, cuestionarlas, relativizarlas y cambiarlas por voces de “ángeles de la guarda” que nos hagan sentirnos dignos y capaces, por emociones que nos llenen de energía y capacidad, se convierte en el auténtico objetivo del proceso de Coaching. Desde una emoción que nos hace sentirnos seguros, fluir en lo que hacemos, capaces de conseguir nuestros objetivos, los resultados llegan por sí mismos.
Dilts es un maestro, nosotros los alumnos.
"El maestro llega cuando el alumno está preparado"
Isabel Aranda
Coach ACC
No hay comentarios:
Publicar un comentario