M llegó a su primera sesión de Coaching inquieto, expectante, inseguro. Después de los saludos, le pedí que nos cambiáramos de sitio. Había algo que me había llamado la atención cuando entró. Y ahí estaba, M. andaba arrastrando ligeramente una pierna, como si tuviera algo atado o pegado a ella y tuviera que tirar de ello. Definitivamente M tenía, cuando menos, una forma peculiar de andar.
Empezamos la sesión, y parecía que M daba vueltas sobre su objetivo sin llegar a concretarlo. Parecía que no tenía claro lo que tenía que trabajar, a pesar de que estaba allí porque su empresa había pedido el Coaching con el fin de desarrollar concretamente sus habilidades de liderazgo con el equipo.
M no terminaba de concretar el objetivo de trabajo.
La conversación de Coaching se centró en identificar el problema que le impedía concretar su objetivo y que tal vez fuera el mismo que le frenaba en su papel de líder.
Al cabo de una hora, M se expresaba así:
“Sí, así es; ése es mi problema”
Le pedí que andara por la sala y apreciara su forma de andar y explorara cómo andaría sin lastres. Fue como una iluminación para M.
El primer paso para cambiar algo es saber qué quieres cambiar.
Ahora M sabía cuál era el problema por el que empezar, su lastre.
El proceso de Coaching se había puesto en marcha, la rueda de la evolución personal de M había empezado a girar. En pocos meses M aprendió a soltar lastre, se sintió más capaz y consiguió ejercer su papel de líder de su equipo satisfactoriamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario