Entendemos la generosidad como un acto hacia fuera, un dar tu dinero, tu tiempo, tus cosas a otros, sin pedir nada a cambio.
La R.A.E. lo define como 1. Inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y al interés. 2. Largueza, liberalidad.
¡Qué escasa puede resultar esta definición si la entendemos desde una concepción positiva del hombre, y no sólo como una descripción restrictiva de lo que una persona hace!
Explorando los textos sobre generosidad, vemos que se aplica el término a dar tus recursos: dinero, trabajo y cosas, y ocasionalmente también a entender a los demás. Habitualmente entendemos generosidad como “dar sin pedir nada a cambio”. También podemos entender que el que da se siente gratificado al ver que se acepta lo que da.
En términos éticos la generosidad está bien valorada. Se asocia a la virtud de la caridad, y al altruismo, y la filantropía.
La generosidad es, sin duda, uno de los principios de la interacción humana. Junto a la ley del intercambio están en la base de la vida en grupo, y se han desarrollado gracias a esa inteligencia social que nos ha permitido ser empáticos, cooperar y vivir en sociedad.
Debido a la trascendencia que tiene para la cohesión social, los actos generosos son reforzados por los poderes sociales: partidos políticos, media, y lo convierten en un imperativo, políticamente correcto, y lo denominan solidaridad.
La Psicología Positiva pone el foco en el desarrollo y el bienestar de la persona, en cómo conseguir la felicidad y el equilibrio. La generosidad puede ser un concepto clave para ello, pero entendido de forma más amplia: dar y darse.
Esta es una generosidad dirigida hacia fuera.
¿Hay otra forma de entender la generosidad?
La Psicología Positiva pone el foco en el desarrollo y el bienestar de la persona, en cómo conseguir la felicidad y el equilibrio. La generosidad puede ser un concepto clave para ello, pero entendido de forma más amplia: dar y darse.
Generosidad es una de las distinciones básicas que utiliza el Coaching. Para muchas personas es dar un significado nuevo y extremadamente útil a esta palabra. Y tuvimos ocasión de comprobarlo cuando estudiábamos para certificarnos como Coaches. Una de las ideas que más impactó a todo el grupo fue precisamente esto, aprender a dar un significado más amplio a la palabra generosidad.
El nuevo significado, que para algunos compañeros fue un descubrimiento calificable de Cisne Negro, fue comprender la generosidad como darse. Extraño, por el diferente sentido de la generosidad, hacia dentro, hacia uno mismo. Supone darse la oportunidad de recibir: ser generoso con uno mismo.
Es muy frecuente en los procesos de Coaching trabajar el sentido de la generosidad hacia uno mismo. Simplemente darte permiso para ser tú mismo, sin pedir a cambio nada, sin exigencias, sin condiciones, sin cláusulas de compromiso ni penalización.
A veces, el coachee busca con desazón, precisamente eso, darse permiso para reconocerse como persona valiosa digna de su propia autoestima. Pero es lo más infrecuente; lo habitual es que no sea consciente de la necesidad que tiene y justifique su malestar con excusas de todo tipo: que si no he tenido oportunidad, que si la vida, que si el trabajo, que si los demás, …, y se sumerja en su papel de víctima, y se sienta infeliz.
No estamos acostumbrados a ser generosos con nosotros mismos; todo lo contrario. Solemos vivir en la exigencia de ser más, de tener más, de ganar más, en una exigencia que condiciona nuestro ser a estar a una altura que ponemos fuera.
No estamos acostumbrados a mirar hacia nuestro interior, a explorar los límites de quién soy yo, qué es para mí lo esencial, cuáles son los valores que dan sentido a mi vida. Y, a veces, cuando lo hacemos, creemos estar siendo “egoístas”, y nos sentimos aún peor, porque al egoísmo le hemos dado un valor negativo. No tenemos una palabra que diga “ser generoso con uno mismo”. Nos falta lenguaje para ello, y sin lenguaje es difícil dar forma al pensamiento.
Cuando nos damos permiso para ser generosos con nosotros, y nos autorizamos a darnos respeto y cariño, y aceptamos como válido lo que otros nos dan, creemos descubrir una nueva realidad, una nueva forma de sentir la vida.
La generosidad hacia los demás y hacia uno mismo solo puede nacer de sentirte en una emoción capacitante como la alegría o la aceptación. Aceptar: estado de equilibrio, paz interior, zen, tao. Autoestima, felicidad, generosidad, aceptación, son facetas de lo mismo, nuestra naturaleza como personas positivas.
Estamos descubriendo una nueva frontera, y no está en el espacio, está en decidir qué personas ser.
Texto: Isabel Aranda
Fotografía: Jane Rodríguez del Tronco
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