Especializados en acciones formativas singulares y coaching, facilitamos el desarrollo de las competencias necesarias para que una persona se sienta más capaz de alcanzar los objetivos que se propone. Sentirnos capaces hace que nos sintamos con el control de qué hacer en una situación; y eso está en la base del bienestar personal y, como consecuencia, del éxito profesional.

lunes, 18 de enero de 2010

Emociones

El miércoles próximo daré una conferencia sobre emociones y cómo se gestionan en Coaching en la ICF. Las emociones son el núcleo central de nuestra acción. ¿Cabe alguna duda?
Su origen etimológico así lo indica e-movere: “movimiento hacia”

Trabajando con Coaching te das cuenta de que siempre, en el fondo de lo que el coachee plantea, hay una emoción que origina incapacidad. Incapacidad para pensar de forma eficaz, para tomar decisiones, para hacer, para sentir, en definitiva, para vivir.

La gran dificultad que tenemos las personas es precisamente que desconocemos cuáles son las emociones y cómo las sentimos en nuestra mente y en nuestro cuerpo, y sobre todo, no nos damos cuenta de cómo la emoción determina lo que somos capaces de hacer. Las emociones, por su origen fisiológico, son respuestas automáticas, muy rápidas e inconscientes, y salvo que hagamos el ejercicio de identificar lo que sentimos, no llegamos a ser conscientes de ello.

En un proceso de Coaching, la emoción subyacente termina siendo patente, pero rara vez el coachee la identifica como tal por sí solo. Es gracias al papel que el coach ejerce, que llega con más facilidad a darse cuenta de lo que siente y cómo eso afecta a su vida. Una gran noticia, a la que el Coaching saca un provecho espectacular, es que el pensamiento genera unas sustancias, neuropéptidos, que pueden cambiar lo que sentimos y la emoción que subyace.

La emoción es el escalón básico de la escalera de pensamiento que lleva a la acción. Nos dispone en una dirección u otra, nos pone en disposición de hacer algo o no. Y esto ocurre a cada momento y en cada acción. Un ejemplo de esto: planteamos en un taller de formación un reto a dos grupos divididos al azar. El reto requería pensamiento divergente, colaboración, cercanía física, movimiento, confianza en los demás, y ¡trabajar con los ojos tapados! Estas condiciones, fuera de lo habitual para los participantes, provocaron que aflorara automáticamente su patrón emocional, o dicho de otro modo, su forma habitual de enfrentarse a la vida.

En uno de los grupos, uno de sus miembros comenzó a afirmar “esto es imposible”. Otras personas empezaron a corroborar esta afirmación. Al cabo de 15 minutos, sólo habían realizado leves intentos de probar a resolverlo y, finalmente, suspendimos el ejercicio sin que hubieran podido resolver el reto. En el grupo que actuaba en paralelo intentando resolver el mismo reto, uno de sus miembros comenzó diciendo “¡vamos allá!”, las afirmaciones que se oyeron a continuación tenían el mismo tono, “¡venga!”, “¡esto tiene que resolverse!”. No duraron mucho entre risas y bromas, lo consiguieron… ¡en sólo cuatro minutos!

Después, observando al primer grupo no podían creer lo que estaban viendo. ¡Si era tan fácil….!

Las conclusiones que pudieron extraer eran contundentes. Si tu forma de abordar el reto es desde el miedo, lo más probable es que no lo consigas. Si por el contrario, te sientes seguro de que vas a solucionarlo, ¡lo conseguirás!

Desde la experiencia de trabajo, tanto en formación como en Coaching, no nos cabe duda: la emoción más incapacitante es la ansiedad, que solemos identificar con miedo. El miedo a no ser capaz, a no saber qué hacer, a no ser aceptado, a no ser querido. Es el freno más incapacitante para una persona y, a la larga, si lo mantenemos como nuestro patrón básico para interpretar la vida, determina que vivamos a la defensiva, con todo nuestro organismo sobre-activado y sufriendo un estrés crónico. Las vivencias, interpretaciones de lo que ocurre y las decisiones que tomemos desde este estado nos pueden llevar a vivir, en palabras de los coachees, “una vida que no es mi vida”, a “no ser yo mismo”, a “no encuentro mi hueco”


¿Desde qué emoción vivimos?

Isabel Aranda
Coach - Doctora en Psicología de las Organizaciones

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