Para nuestra sorpresa, nuestro trabajo de formadores nos ha llevado a darnos cuenta de con cuanta frecuencia las personas vivimos en la inconsciencia. Llegamos a edades adultas sin pararnos a reflexionar sobre nuestras elecciones en la vida, nos dejamos llevar por lo que se espera de nosotros, tomamos decisiones sobre la marcha, hacemos aquello que surge. Incluso sentimos las emociones que nos provoca nuestro entorno, sin darnos cuenta siquiera, de dónde proceden, ni qué son. Sobrevivimos el día a día apenas flotando entre el horario de trabajo y el horario de los programas de televisión.
Reflexionar, pararnos a reflexionar sobre cómo estamos viviendo es algo que ni siquiera nos planteamos.
Como mucho hemos oído decir “Cuando me jubile seré yo mismo”. ¿Cómo es posible? ¡Aplazar vivir tu vida hasta que casi esté agotada!
Por calidad de vida entendemos medios materiales, comodidad, bienestar físico, pero pocas veces pensamos en el bienestar mental como un requisito de esa calidad. Afortunadamente la Psicología Positiva y todas las corrientes actuales centradas en el Desarrollo de la Persona, como el Coaching, están poniendo el énfasis en el bienestar mental, en ser más conscientes de los pensamientos, creencias, valores y emociones que nos llevan a hacer o no hacer; en definitiva, a cómo vivimos.
Cuando nos dan la oportunidad en un curso o en un proceso de coaching de “darnos cuenta”, de tomar consciencia de cómo estamos viviendo, y lo que eso nos supone, y de que podemos elegir cómo interpretar lo que nos ocurre, se nos abre una nueva forma de ver la vida. Vemos con frecuencia personas que… ¡de repente!, sienten que pueden elegir, que no es necesario seguir haciendo lo que hacían. Se identifican ahora como intérpretes de un papel de víctimas que ya no quieren seguir interpretando. Y a pesar de este descubrimiento, no es siempre fácil cambiar el papel de víctima a responsable de sus elecciones. Falta “darse permiso” para hacerlo, permitirse ser un protagonista diferente; y, a veces, no queremos hacerlo. Por comodidad, sobre todo por comodidad. Pero también por instrucciones asumidas que como auténticos virus informáticos bloquean nuestra vida.
La decisión de evolucionar, de seguir en cambio constante como hace cada una de nuestras células del cuerpo, es sólo cuestión de decisión. Siempre retamos a los participantes en nuestros cursos y a nuestros coachees con una pregunta que a nadie deja indiferente, ¿es tiempo de cambiar?