El próximo miércoles 7 vuelvo a hablar de emociones dentro del Ciclo de Conferencias de Psicología y Coaching, que organiza el Grupo de Trabajo de Psicología y Coaching del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Un lugar privilegiado para hablar de las personas, de sus emociones y de lo que significan en su comportamiento, en su personalidad y en su vida. Al fin y al cabo ése es el material de trabajo de los psicólogos: las personas. Los psicólogos nos formamos en la ciencia de la persona, en el conocimiento de cómo somos y qué nos hace ser así. Psicólogo y Coach, menuda combinación. El conocimiento que aporta la Psicología y la práctica que aporta el método del Coaching. Como dice el lema del Grupo de trabajo, “Sin límites somos más”.
Y entre Psicólogos–Coaches, hablaré de emociones que nos capacitan para ser y para hacer. Emocionada también, y nunca mejor dicho, llena de la emoción de alegría, con la sensación del entusiasmo por hablar de aquello que me parece lo más esencial del ser humano, su capacidad para elegir lo que quiere y lo que no. Porque eso son al final las emociones, el filtro con el que mirar la vida y hacer nuestras elecciones.
Sus orígenes evolutivos lo dejan claro, nos ayudan a hacer aquello que nos permite sobrevivir. Nos ayudan a elegir aquello que nos conviene. No podemos seguir hablando de emoción o razón como facetas independientes de la persona. No es o razón o emoción. Es “razona y valora” con la emoción, porque así es cómo, en realidad, actúa nuestro cerebro, ponderando, valorando, ¡exagerando! desde la emoción.
Cuando se rompe ese vínculo entre la razón y la emoción no sabemos qué nos conviene, qué es adecuado, cómo actuar. Lo sabemos muy bien estudiando a personas cuya conexión se ha perdido por enfermedades o accidentes como el famoso de Phineas Gage (1823-1860) quien tras sufrir severos daños en el cerebro, vio gravemente alterada su capacidad para tomar decisiones y su personalidad en general.
Tenemos suerte. Es un momento casi extraordinario para el desarrollo de las personas, empezamos a comprendernos como sistemas abiertos que tienden al bienestar, a la felicidad, a la salud, al “vivir”. Es una marea inmensa que está siendo bienvenida. Había necesidad, había ganas. No más divorcios entre el deber y el ser, no más divorcios entre la razón y la emoción, no más divorcios entre el corazón y la cabeza, entre el sentir y el pensar.
Sólo tenemos que dedicarle momentos de atención y reflexión, aprender, entrenarnos en darnos cuenta de lo que sentimos, de por qué lo sentimos, de lo que nos está avisando, de cómo nos está afectando, ¿nos capacita para hacer lo que deseamos o nos lo impide?
Aunque ciertamente solos es difícil, bastante difícil, porque no tenemos referentes externos que nos faciliten la perspectiva. Somos seres sociales. Seres que ganamos nuestra identidad con los otros. Somos seres que aprendemos muy bien por imitación y mucho mejor con la facilitación, con el aprendizaje mediado por otra persona. De ahí que un entrenamiento en desarrollar la inteligencia emocional o un proceso de Coaching nos permitan romper las barreras que el desconocimiento de nuestra propia naturaleza imponen a nuestra vida.
Cuando se ha tenido la experiencia de ver como un coachee, y otro, y otro, descubren que han estado viviendo una vida limitada, coartada por una emoción que le impedía vivir plenamente, viviendo una vida plana, que no plena, y descubren que pueden cambiarla y descubren cómo hacerlo, has presenciado algo mágico. ¡Tampoco tu vida será igual!
Isabel Aranda
Doctora en Psicología de las Organizaciones
Coach ACC
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